Antonio Olmedo somos muchos. Las posibilidades de entablar contacto con otra persona que comparta la misma combinación de nombre y apellido en España varían según la rareza o vulgaridad de los mismos, pero en una auto búsqueda en Internet, no te libras. Otros Antonio Olmedo se me revelan como alter egos, fantasmas quizá de lo que profesionalmente pude ser y no fui. Es lo que tiene el egosurfing.
Cuando en 2009, hace ahora 13 años, decidí adquirir los dominios antonioolmedo.com y antonioolmedo.es, no fue complicado alzarse con la primera posición en los resultados de búsqueda de Google. De hecho, fue extremadamente sencillo también registrar toda clase de redes sociales con mi nombre y primer apellido como usuario. No olvides, por cierto, que además de Google existen navegadores como Brave o DuckDuckGo con foco en la privacidad.
Con el paso del tiempo, los proyectos de cada momento fueron la prioridad, relegando al olvido cualquier tipo de presencia online, especialmente una página web personal que hacía las veces poco más que de tarjeta de visita digital (seguro que te suena familiar). Los conceptos de Marca Personal y Reputación online no se popularizaron al extremo hasta hace poco más de un lustro.
En la bajada de posición en el ranking tuvo que ver tanto la autoridad de los dominios de las webs en las que mis tocayos aparecían (hola LinkedIn y Facebook) como la propia relevancia social o mediática de sus actividades profesionales.
Pero bien es cierto que tengo que decir algo sin disimular ese tipo de satisfacción por hechos de los que no te puedes arrogar mérito. La presencia online en la primera página de resultados de búsqueda nos deja en buen lugar.
Director ejecutivo de Morgan Stanley, Presidente de los Promotores Inmobiliarios de Valencia, Doctor en Filología y Poeta, empresario del sector de la comunicación o Profesor en Políticas de Educación en la Universidad de Bristol. Son algunos de los grandes profesionales con los que tengo el honor de compartir parte de la identidad. Antonio Olmedo somos muchos. Perfectos extraños que nos vemos obligados a compartir presencia en el ciberespacio. Y no podría estar en mejor compañía.
